16 de marzo de 2010

Racismo y xenofóbia

No podía tardar mucho la reacción racista y xenófoba en el deambular de esta crisis económica, y de valores diría yo. Siempre se ha dicho que los más débiles son los que salen más perjudicados. Y tras un espectacular, y por lo que se ha visto falso, crecimiento económico en la primera década de este siglo, los más débiles se empiezan a azuzar entre ellos. O mejor dicho, los menos débiles de los más débiles empiezan a azuzar a los más débiles de los más débiles. Que aunque parezca un juego de palabras, me voy a atrever a poner apellidos a ambos.

Sin duda, y los datos están ahí, los más perjudicados de esta crisis son; por un lado los inmigrantes menos calificados y por otro los nacionales que han renunciado a mejorar su calificación, a pesar de los esfuerzos del estado del bienestar en las últimas décadas. El choque no es imprevisible. La crisis ha hecho mella, como siempre, en el menos informado (y menos formado) y en el menos integrado (con poca o nula red social). Y la batalla social adopta un sentido horizontal y no vertical. Pues la competencia ha venido de afuera, los nacionales más débiles (ante la crisis) ven en la inmigración su gran rival, su competencia por los escasos puestos de trabajo, por la raquítica red de asistencia social, por los espacios públicos y para hacer frente a la oferta de vivienda.

Mientras los de abajo no alcen sus miradas, más allá de su entorno, y reclamen para sí una, u otra oportunidad, en esta sociedad. Y, por tanto, sigan encallados en disputas de carácter racista o xenófobo. Éste, el discurso xenófobo, hará mella, cada vez más profundamente, en el subconsciente social y se irá extendiendo a capas más elevadas de la sociedad debido a miedos, perjuicios o populismo político, tal como ha sucedido en otras sociedades europeas, en teoría, más avanzadas que la nuestra.

La xenfóbia y el racismo llama a la puerta. De todos y todas nosotros dependerá que se cuele por la puerta de nuestra sociedad, por ahora ya tiene un pié dentro. No dejemos que deslice el otro pié, expulsemosla sin demora y con toda nuestra energía.

Miquel Nicolau Preto Fernández