11 de agosto de 2010

"Catalán" como insulto.

Mucho gusta en este país de países, España, la crítica vacía y crispadora, últimamente. Pero hoy no voy a disertar, ni intentar hacer una crítica al respecto sino sólo contar algo que les sucedió a mis padres hace unas pocas semanas. 

Para ponerles en situación, decirles que mis padres ya son mayores, él 75 años y ella 69, y gente muy pacífica. Residen en una localidad de unos ocho mil habitantes mal contados, con un porcentaje de población emigrante (de origen español) que cálculo rodará el 40% y de origen extrangero sobre el 10%, si no son más. Mi padre es nacido allí y mi madre se trasladó, desde Mahón, al casarse. El nombre de la población es Es Castell, aunque oficialmente llegó a denominarse  Villacarlos, y su primer nombre fue Georgetown.

Aquí viene la historia. Una tarde del mes de julio, de 2010, regresaban mis padres de visitar una hija, el nietecito y su nuero, andando por la acera a su paso de personas mayores. En un momento dado se encontraron con un grupo de muchachos, unos sentados en un portal otros de pie en la acera, ocupando casi todo el espacio de tránsito para peatones, que cerraban la hilera de coches aparcados. En ese punto y momento, los muchachos a más de dar muestras de una carencia de urbanidad, nada sorprendente desgraciadamente, todavía hicieron más difícil el paso a estas dos personas.

Creyendo mis padres que ya habían dejado atrás tal incordio, pronto se vieron rebasados por dicho grupo de  muchachos, cómo si no hubiera nadie más transitando en la acera. Y de nuevo se encontraron mis padres con la situación descrita en el párrafo anterior, que sortearon de igual forma, salvo que esta vez encontraron una actitud más hostil por parte del grupo muchachil.

No acabó ahí la cosa, ya que volvieron los del grupo a rebasar a mis padres y volverse a poner a modo de muralla humana (en su sentido físico) en su trayecto. Esta vez, ya, mi madre, muy digna ella, les dijo al grupo que ya estaba bien, a ver si los dejaban pasar, con un tono moderado sabiendo que no le falta razón alguna. Cuya sorpresa al alejarse del grupo fue la de oír, como los muchachos se dirijan a ellos de manera  despectiva cómo "catalanes de ......" .

Debo informar a los lectores, y lectoras, que ni mis padres ni nadie de mi familia son catalanes, y aunque lo fueran no cambia la cosa, viven en la isla de Menorca, que no forma parte de la comunidad autónoma catalana, no comulgan con ideas de carácter nacionalista de ningún tipo, son muy tolerantes y respetuosos con los demás, con amistades de varias nacionalidades, y con una dignidad humana de gran calado y calidad.

Miquel Nicolau Preto Fernández



Nota: los puntos suspensivos que acompañan al gentilicio plural de los nativos y naturalizados en la región española del noreste peninsular sustituyen un término vulgar, que empieza por la letra eme y termina por la a, producto de la evacuación orgánica de residuos alimenticios posterior a su digestión y tránsito por los intestinos.

16 de marzo de 2010

Racismo y xenofóbia

No podía tardar mucho la reacción racista y xenófoba en el deambular de esta crisis económica, y de valores diría yo. Siempre se ha dicho que los más débiles son los que salen más perjudicados. Y tras un espectacular, y por lo que se ha visto falso, crecimiento económico en la primera década de este siglo, los más débiles se empiezan a azuzar entre ellos. O mejor dicho, los menos débiles de los más débiles empiezan a azuzar a los más débiles de los más débiles. Que aunque parezca un juego de palabras, me voy a atrever a poner apellidos a ambos.

Sin duda, y los datos están ahí, los más perjudicados de esta crisis son; por un lado los inmigrantes menos calificados y por otro los nacionales que han renunciado a mejorar su calificación, a pesar de los esfuerzos del estado del bienestar en las últimas décadas. El choque no es imprevisible. La crisis ha hecho mella, como siempre, en el menos informado (y menos formado) y en el menos integrado (con poca o nula red social). Y la batalla social adopta un sentido horizontal y no vertical. Pues la competencia ha venido de afuera, los nacionales más débiles (ante la crisis) ven en la inmigración su gran rival, su competencia por los escasos puestos de trabajo, por la raquítica red de asistencia social, por los espacios públicos y para hacer frente a la oferta de vivienda.

Mientras los de abajo no alcen sus miradas, más allá de su entorno, y reclamen para sí una, u otra oportunidad, en esta sociedad. Y, por tanto, sigan encallados en disputas de carácter racista o xenófobo. Éste, el discurso xenófobo, hará mella, cada vez más profundamente, en el subconsciente social y se irá extendiendo a capas más elevadas de la sociedad debido a miedos, perjuicios o populismo político, tal como ha sucedido en otras sociedades europeas, en teoría, más avanzadas que la nuestra.

La xenfóbia y el racismo llama a la puerta. De todos y todas nosotros dependerá que se cuele por la puerta de nuestra sociedad, por ahora ya tiene un pié dentro. No dejemos que deslice el otro pié, expulsemosla sin demora y con toda nuestra energía.

Miquel Nicolau Preto Fernández